Conoce la experiencia de Katherine Largaespada

Paulina Ortiz

Paulina Ortiz

Formar parte de este proyecto fue algo que marcó un antes y un después en mi vida. No solo por lo que aprendí, sino por lo que vivimos como comunidad. Me llenó de alegría ver que incluimos a personas de nuestro entorno, que logramos sumar y que, poco a poco, fuimos generando cambios reales. Saber que fuimos apoyo para otras personas me dio sentido y propósito.

Como voluntaria y participante, me sentí muy feliz, especialmente durante las campañas, los campamentos y las actividades que realizamos. Fueron espacios donde supe con certeza que estábamos haciendo un cambio. Ver a los niños y jóvenes de nuestras comunidades mejorar su comportamiento, alejarse de la violencia y convivir en paz, fue algo muy significativo.

Yo también cambié. Sentí cómo crecía mi liderazgo, cómo mejoraba mi capacidad para comunicarme y respetar a quienes me rodean. Apoyar al centro YMCA voluntariamente me permitió asumir un rol activo y ser vista en mi comunidad como alguien en quien se puede confiar.

Después de participar en la jornada de promoción de la no violencia, hice un compromiso personal: ser una persona pacífica, apoyar a mi comunidad y practicar la convivencia desde el respeto. No fue solo una promesa: he visto cómo yo y muchos otros hemos cambiado nuestra forma de actuar, especialmente en espacios públicos, donde ahora nos relacionamos con más conciencia.

Lo que más me gustó del proyecto fue compartir con otras comunidades: jugar, escuchar, aprender y hablar de lo que es el buen trato. Sentir que aportamos algo y ver que ese aporte deja huella.

Ojalá podamos seguir hablando también de salud mental, autoestima y resolución de conflictos. Sería hermoso tener proyectos que nos ayuden a crecer también desde ahí.

Este proyecto me enseñó que la paz se construye todos los días, en comunidad, y con acciones pequeñas que, juntas, hacen una gran diferencia.

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