Me llamo Linda y vivo en el barrio El Consuelo, en el centro de Bogotá, una zona donde la violencia, las pandillas y el consumo de drogas son parte del día a día. Mi historia, como la de muchos jóvenes en mi comunidad, no ha sido fácil.
Vengo de una familia numerosa, con muchas carencias económicas, y durante años enfrentamos situaciones difíciles que nos obligaban a mudarnos constantemente buscando lugares más baratos donde vivir. A los 14 años, me dejé llevar por amistades negativas: dejé de estudiar, me alejé de mi familia, y desperdicié años en fiestas y entornos que no me llevaban a nada bueno.
Después vino una etapa aún más dura. Tuve una relación que me hizo mucho daño y quedé embarazada. Criar a mi hija sola ha sido uno de los mayores retos de mi vida. Pero también ha sido mi mayor transformación. Gracias a ella, empecé a reconstruirme.
En medio de ese proceso, conocí al colectivo Performance, y a través de él, a la YMCA. Fue un punto de quiebre. Me abrieron las puertas y me dieron herramientas para expresarme, para sanar, para liderar. Hoy soy líder de danza en el colectivo: creo coreografías, me presento en la comunidad, y comparto mensajes de esperanza a través del arte.
Gracias al apoyo de la YMCA, también he podido crecer en otras áreas. Empecé un pequeño emprendimiento haciendo postres, y con eso ayudo en mi casa y en los gastos de mi hija. En diciembre me gradué del colegio, algo que había dejado pendiente por años.
Gracias al 17° Banquete de la Solidaridad, apoyado por Delta Air Lines, se recaudaron fondos que hicieron posible que más jóvenes como yo tengamos acceso a estos espacios seguros. Espacios donde no solo aprendemos, sino donde también nos sentimos vistas, escuchadas y valoradas.
Hoy, mi motivación es mi hija y mi colectivo. Le agradezco a la YMCA por haber aparecido en mi camino, por enseñarme que es posible salir adelante y por darme razones para seguir.
0 comentarios